I Certamen Literario de Estío
miércoles, 7 de diciembre de 2011
Intro
Ya de esto hace casi tres meses
por Api*
"Transportes Generales del Norte; diga usted". "Necesito un flete fuera de la ciudad". "¿Dónde hay que recogerlo?" "Granados 47, Lomas" "¿A dónde se va a llevar?" "A Guadalajara, Barlovento 2624". "¿Qué es lo que se va a llevar?". "Un hoyo más o menos grande; como de dos por dos, por dos cincuenta metros de altura". "¿Cuánto pesa más o menos?". "Muy poco, casi nada; es nomás un hoyo". "De todos modos le mandaré un camión grande... es por el volumen". "¿Cuánto me va a costar?". "Le cobraremos veinte mil pesos". "De acuerdo ¿Pueden recogerlo mañana a las ocho de la mañana?". "Sí, allá estaremos".
El camión llegó puntual. El chofer y los macheteros cargaron el hoyo con cuidado y sin mayor dificultad.
−¿No lo amarran? −pregunté.
−No, no es necesario, cabe exacto en la caja.
−¿Pero no se resbalará en la subida?
−No, va detenido por la redila de atrás.
El viaje empezó bien. Yo le temía a la calle de la esquina y fui hasta ella. Sucedió lo que sospechaba: al ir subiendo por el empedrado el camión se zangoloteó mucho y en una de ésas, el hoyo rompió la redila y se salió por la parte de atrás.
No fue eso todo lo malo, sino que para volver a cargarlo, el camión se echó en reversa y como el piso estaba mojado, patinó y se cayó en el hoyo.
Y ahí en verdad empezó el problema, porque debiendo ser yo el que reclamara, la compañía me culpó que porque la carga era peligrosa y fuimos a la delegación, donde se armó un lío.
Total que el juez nos puso a cada cual una multa: a ellos por causar tanto trastorno en la vía pública y a mí, porque el hoyo quedó ahí a media calle. Y ahora como no hay presupuesto para nada, pues se quedó el camión dentro del hoyo.
Ya de esto hace casi tres meses.
*Miguel Z Cházaro (Jalapa Veracruz )
Realizó innumerables obras de ingeniería donde destacan puentes, clínicas y carreteras. Durante años colaboró como articulista para el periódico Excelsior y publicó tres libros, uno de cuentos titulado “Sueños de Insomnio”.
******************
Dictamen:
Este cuento, a pesar de que no es muy cuidadoso con los esquemas establecidos, tiene la particularidad de hacerle "ver" al lector lo que en él acontece. Además, lo lúdico de su contenido y un final de sorpresa le añaden presencia y actualidad al texto.
Jaime L. Marzán Ramos (Santurce, Puerto Rico, 20 0ctubre 1945)
Bachillerato en Humanidades, completó estudios hacia Maestría en Comunicaciones, Maestría en Creación Literaria y Candidato al Doctorado en Estudios Hispánicos con concentración en Literatura Latinoamericana.
Publicado: Equus Rex (cuentos de caballos y caballistas) Mercedes (novela histórica)
Por publicar: Obituarios (cuentos que rondan por la muerte) Rita (novela histórica, continuación de Mercedes)
Cuentos publicados en Perú y Brasil
Finalista con libro de cuentos (Equus Rex) en el International Pen Club de PR; Primer Premio en el Primer Campeonato del Cuento Oral Corto PR
Breve historia
por ALGO MARINO*
De niño enterré mi tesoro
que era un animalito de madera,
incliné el rostro pensando
en que no palparía ciertas cicatrices que rayan el espejo
dije Señor repetidamente
confié al cielo mis secretos,
pero con la furia de un cinturón en el rostro
me enseñaron que un tesoro es más que una vaca de madera.
Me Sostuve como fuera posible bajo diferentes luces,
aprendí a soñar con la amistad de las nubes
y con un perro comprendí el amor fiel y reí viendo las estrellas.
Entonces el tiempo también endurecía las cosas,
adelgazaba los sentimientos, devoraba la palabra diaria,
nos enseñaba que todo tiene un precio y enseguida viene la muerte.
De esta forma encontré la tristeza de un ángel derrotado
que al final del día tuvo fuerza para tallar el calzado y señalarme el camino,
así comprendí que estaba solo frente a la inmensidad inasible,
frente al miedo de mis propios pensamientos.
Dolorosamente solo frente al naufragio
del barco de los sueños en un mar de estupor.
Hasta aquí traje a cuestas el olvido,
hasta aquí las alas de mi corazón se alzaron
con un esfuerzo que no quiero recordar,
luego de inclinar el rostro
no puedo decir que desperté porque yo vivo en una pesadilla
me duele abrir la puerta
ver cómo se multiplican los obreros de esta era de difíciles circunstancias,
me duele el llanto que rodeaba,
me destroza habitar en el sótano de los años sin mis seres queridos,
luego de buscar el sí hasta embestir fondos nocturnos
es imposible no sentir el desamparo,
se escucha la voz de Calderón de la Barca
¡ay mísero de mí! ¡ay infelice!
la esperanza se esfuma como un sonido,
asumo el cúmulo de vacíos como la tierra prometida,
y me pregunto
quién querrá pronunciar los versículos de un diario de fantasmas,
quién tendrá el valor.
*Mariano Josue Espinal Aguilar
Poeta y novelista; Ha obtenido el segundo lugar en el concurso de poesía libre “Ernesto Ché Guevara 2003”.
*******************
Dictamen:
Ha publicado tres libros de poesía: El Sudor de la Bailarina (2001), Las Batallas inventadas (2003), Árboles de Leche (2009).
domingo, 19 de junio de 2011
Intro II.
La Bestia.
Por Desarraigo.
A todos los migrantes centroamericanos y suramericanos que se aventuran a cruzar la frontera sur hacia México.
El viento les arrebata el aroma
a caricias a besos de su hogar,
les despeina el alma sin misericordia
mientras que el ruido de la bestia
les envuelve las entrañas
en sueños de esperanza, en sueños negros…
La distancia es enorme
cada vez entre ellos y los otros,
duele el miedo y se entumece el cuerpo.
Es frío el abrigo entre fierros y viento
cual invierno crudo y húmedo,
como desierto seco o trópico salvaje
que se pega a la piel como si fuera
sanguijuela.
Piel que no es la misma, no es igual.
Cambia en una danza de color,
la danza que se baila en el tren del infierno.
Todos van ahí
con sus sueños a cuestas, acinerados.
Todos uno solo…Inmersos en sus recuerdos
rotas sus raíces, sangra el corazón....,
sangran sus entrañas.
¡Es la bestia quien les marca dentro!
Hierro contra hierro, es canción sin fin
con todos y con nadie.
Son ellos los… Muertos,
los desalojados, los desterrados,
los sin oportunidad, los despatriados.
Son sólo una aventura,
un momento, quizás un número:
Los 250 secuestrados, los 1000 vejados,
los 100 muertos…
Son ellos los que se aventuran.
En sus tierras les han quitado hasta sus sueños
pero la bestia, también les roba.
Triste, no es el paraíso, están solos,
sienten la brisa del Río Usumacinta
como si fuera bienvenida al dolor
pero aún así, arriesgan su vida en el tren,
en esa bestia, de ultraje y de muerte.
Ya de esto hace casi tres meses
por Api.
"Transportes Generales del Norte; diga usted". "Necesito un flete fuera de la ciudad". "¿Dónde hay que recogerlo?" "Granados 47, Lomas" "¿A dónde se va a llevar?" "A Guadalajara, Barlovento 2624". "¿Qué es lo que se va a llevar?". "Un hoyo más o menos grande; como de dos por dos, por dos cincuenta metros de altura". "¿Cuánto pesa más o menos?". "Muy poco, casi nada; es nomás un hoyo". "De todos modos le mandaré un camión grande... es por el volumen". "¿Cuánto me va a costar?". "Le cobraremos veinte mil pesos". "De acuerdo ¿Pueden recogerlo mañana a las ocho de la mañana?". "Sí, allá estaremos".
El camión llegó puntual. El chofer y los macheteros cargaron el hoyo con cuidado y sin mayor dificultad.
−¿No lo amarran? −pregunté.
−No, no es necesario, cabe exacto en la caja.
−¿Pero no se resbalará en la subida?
−No, va detenido por la redila de atrás.
El viaje empezó bien. Yo le temía a la calle de la esquina y fui hasta ella. Sucedió lo que sospechaba: al ir subiendo por el empedrado el camión se zangoloteó mucho y en una de ésas, el hoyo rompió la redila y se salió por la parte de atrás.
No fue eso todo lo malo, sino que para volver a cargarlo, el camión se echó en reversa y como el piso estaba mojado, patinó y se cayó en el hoyo.
Y ahí en verdad empezó el problema, porque debiendo ser yo el que reclamara, la compañía me culpó que porque la carga era peligrosa y fuimos a la delegación, donde se armó un lío.
Total que el juez nos puso a cada cual una multa: a ellos por causar tanto trastorno en la vía pública y a mí, porque el hoyo quedó ahí a media calle. Y ahora como no hay presupuesto para nada, pues se quedó el camión dentro del hoyo.
Ya de esto hace casi tres meses.
Florecer
por El Ouroboros.
I
Y entonces el reptil
fue un barco en el desierto.
II
Y naufragó como una orquídea salvaje
en la ciudad.
III
Y el barco fue como crestería
en los cambiantes templos de las dunas.
IV
El reptil descendió del barco que fue
y el barco arribó del reptil que vino.
V
Y desde entonces la tempestad
ya no fue lo que era en soledad.
VI
La tempestad fue canto originario
de la sagrada tierra compartida con otro ser.
VII
Y el reptil habló las arenas y estas fueron fruto.
VIII
Y los frutos hablaron al barco y este fue aliento.
IX
Y el aliento habló al reptil y este fue hombre.
X
Y el hombre habló a la tierra y esta fue mujer.
XI
Y la mujer habló al hombre y este fue feliz.
COMO EN UN TREN.-
por Soñadora de cuentos.
A Juan José Arreola.
Imaginé que íbamos en un tren. Un tren que iba a todas partes y a ninguna. Que de forma acompasada avanzaba de la estación de los sueños, a la de los amores encontrados. En ratos dormitaba, o dormía de manera profunda arrullada por el compás de la locomotora. Los sueños venían a mí convocados por un aire lleno de nostalgia. No había pesadillas, nada que me turbara, sólo paz, una especie de limbo... Un tren del que no quisiera bajarme nunca. Ningún recuerdo viene a mí, ni aquellos que me son ingratos, ni tampoco las hermosas vivencias de mi infancia. De pronto el timbre del teléfono me arrebata por completo de ese estado un tanto ambiguo, lúdico. Me despierto del todo a mi fría realidad. Tú ya no estás en mi vida, estás para otros, para otra, mejor dicho. Debo dejarme de eufemismos. Eso me dice en la terapia la psicóloga que mi prima se empeñó en que consultara que porque iba para abajo como avión en picada, yo más bien diría que como tren que se descarrila.
Han pasado meses, casi un año y yo sigo atorada, (perdida en una estación del ferrocarril cargando mi valija de tristeza), en ese preciso momento en que cerraste la puerta tras de ti, de manera definitiva. No doy con el motivo de tu partida, te tuve siempre a tiempo la comida, tu ropa impecable, la línea de los pantalones perfecta. Me detenía de salir no fuera a ser que olvidaras algún papel de la oficina; quería que me encontraras en cuanto cruzaras el umbral de la casa. Aprendí a cocinar tus platillos preferidos. Acudí varios días a casa de tu mamá para que me instruyera. Un poco reacia al principio, terminó por darme sus recetas. Fue en vano. Me dijiste que aunque eran los mismos ingredientes, les faltaba la sazón de tu madre... De tu ropa no tenías ninguna queja; nunca la di a planchar, yo misma te la arreglaba con el mayor de los esmeros. Al tomarla en mis manos hacía de cuenta que te abrazaba. Tú nunca me hacías ningún comentario, bueno, un día te quejaste de que le había puesto demasiado almidón a tus camisas, y yo la única excusa que tenía es que un día me habías dicho que los cuellos se te andaban bajando. Hasta el trabajo dejé con tal de atenderte como te lo merecías, y comenzaste a regresar a la casa con señales en el rostro de un cansancio infinito. Me sentí forastera en mi propio hogar que se fue convirtiendo en una estación vacía...
No se podía encontrar ninguna partícula de polvo en todo el departamento. Vaya que llegué a ver cómo pasabas con aire distraído el dedo índice por sobre el sofá y la mesita del recibidor y te salía siempre limpio. Bien que tomé nota de lo hacendosa que es tu madre. Pero lo que en ella te parecía un cúmulo de cualidades en mí solía molestarte. De ello me di cuenta el día en que dijiste, más bien me lo gritaste a la cara: “sólo eres una replica caricaturesca de mi madre”. A partir de ese día deje que un polvillo ansioso se fuera juntando con mi desaliento por todos lados, y no me importó si tus camisas no las planchaban bien en la tintorería. Desde entonces me sentí tan confundida como en el cuento de El guardagujas. Cada vez tenías más pretextos para llegar tarde. Por primera vez me la pase mano sobre mano; viendo como el reloj apenas si avanzaba, retardando con crueldad la hora de tu llegada. Perdí mi equilibrio, te perdí a ti… Con los míos no quise recurrir, bien que me advirtieron que no me casara contigo que porque eras el “hijito de mamá”.
Como me sobraba tanto tiempo, tomé la costumbre de acostarme hecha un ovillo aquí en el sillón de nuestra recámara ¿o debo decir de tu ex recámara? El caso es que allí me daba unas dormiditas tan ricas, imaginando que íbamos en un confortable vagón de un tren sin destino alguno. Sin más pasajeros que tú y yo. Con nuestros cuerpos estrechamente enlazados, con esa sensación grata de un paraíso recién descubierto, de los primeros días de nuestro matrimonio en los que ni esperanzas de que te quejaras de que le dedicaba más tiempo al arreglo del departamento que a ti. Pero si todo lo hacía para que estuvieras atendido como un rey, como me decías que tu madre siempre te había tratado, como ella no perdía oportunidad de hacérmelo saber. Bien que no se cuidaba de ocultarse de mí cuando te revisaba desde la punta de los zapatos hasta el cuello de la camisa, para terminar diciéndome que la valenciana del pantalón estaba mal planchada, o si no resultaba que tú eras alérgico al jabón con el que yo cometía la torpeza de lavar tu ropa.
Por ello opté por quedarme recostada en el sillón, imaginando que tú y yo nos íbamos de viaje a un lugar en el que ningún espía nos encontraría, en especial tu madre. Quedando así al resguardo de falsas estaciones y espejismos… Donde ningún reloj se atarea en marcar el tiempo, y por las ventanas no entra ningún airecillo indiscreto, porque tuve cuidado de dejarlas bien cerradas. Ni siquiera compraríamos el periódico indiferentes a si el mundo se habría descarrilado… Las plantas allá en el patio se irían desbordando, tanto que las enredaderas invadirían los pasillos hasta que ya no se pudiera salir ni entrar… Aquí solos tú y yo. ¿Qué más podría desear? Ya ni siquiera tendría que copiarle las recetas a tu madre, porque ni hambre nos daría. Nos bastaríamos a nosotros mismos con nuestro amor acompasado por la máquina del tren, y al fin nuestras vidas tomarían algún rumbo… Pero me despierto y es la psicóloga la que está aquí a un lado mío. Yo recostada en su diván, maldiciendo que tú no estés más a mi lado.
SOBRE LA CURVATURA DEL TIEMPO
por Papoula
Un paso es un molino de viento. Un ajuste redondo
en la rueda de Samsara o largo de doble vía
Péndulo.
Va y viene y así sucesivamente
un número indeterminado de pasos hasta llegar
a Saint-Sulpice,
el frío calando la carne torturando las orejas ciñendo
mi cuerpo al tuyo hasta cruzar para morir
en esa gloria:
—París,
burbuja en el tiempo—
Tú y yo solos desbordados
a un tiempo
como arroyos luminosos
y digo tu nombre
en esa calle que tiene tu nombre
en su centro turbio,
en la curvatura imborrable del tiempo que te abre a deshoras
el don de los relámpagos.
Con algo de niño sobrevives al vértigo de fuego
vienes del agua,
de la interminable fila de cangrejos que rasguñan la arena y vivos
se entierran.
Eres tú quién duerme con una bocanada de niebla
porque una rosa murmura.
ESTAMPA DEL NORTE
por Sr. Cloverfield.
(I) – Tres meses sin avances Rodríguez. Ante el patronato dijo que no excedería de fin de curso –Sentenció el rector–. Tendrá que buscar financiamiento o cancelar…
El Dr. Rodríguez, catedrático investigador del Politécnico de Sinaloa, peinó su cabellera con los dedos de forma algo nerviosa. Había estado trabajando en una aleación metálica bastante promisoria y ahora el rector le daba el ultimátum al proyecto de toda una vida.
−No lo sé −En la voz de Rodríguez había un leve pesar–, no creo que alguien se interese.
El rector le dio al catedrático algunas tarjetas de negocios con diferentes nombres y le sugirió organizar una ponencia. Después de todo era un hombre que apreciaba el esfuerzo.
(II) Había sido una noche común y corriente en Tijuana. 17 muertos aún contando al último que se reportó entre las calles de Ayala y Agrarismo. Una jornada de lo más ordinario en las oficinas de la Procuraduría General de la República. En su cubículo, la comandante Antelma ‘la nazi’ Osorio recibía a un uniformado con noticias urgentes.
–Homicidio en el suroeste, comandante, un acribillado por balas electrovoltaicas.
–¿Y eso qué pinches tiene de raro? –retrucó ‘la nazi’.
–Eran de primera generación comandante, alta densidad, del tipo M-Tesla.
–Ah-chingá, ah chingá… –musitaba ‘la nazi’ al leer el informe. Levantó la vista y de manera casi automática encendió el radio, se comunicó con la central y dio la orden–. Clave 40, repito ¡clave 40! ¿Me copian? –Osorio, de piel morena y rasgos delicados, sacó a flote la fuerza de mando que era el origen de su peculiar apodo.
–Copiamos comandante, esperando órdenes, cambio.
–Cerco geno-dinámico 1-ZX en todas las salidas, sólo gamma y delta con permiso químico salen, comuníqueme con Mexicali y den parte al gobernador, cambio y fuera.
–Copiado. Transmisión a Mexicali entrante, central judicial de Tijuana fuera.
–Comandante, reporte de ataques por electrovoltaicas, dos en el sur y dos el centro –Irrumpió un nuevo uniformado de voz urgente, cuadrándose junto a su compañero y entregando a ‘la nazi’ la hoja con los datos.
–Me lleva la chingada… Órale güeyes, a chambear que esto se va a poner feo –sin aflojar el tono férreo en su voz, ‘la nazi’ recordó sus clases en la academia: “los cartuchos tritio/níquel/cobre fueron desarrollados en el 2018 y se usaron principalmente en guerrilla urbana”–. ¿A quién riatas se le ocurre usar pistolas de hace un siglo en una revolución? –Refunfuñaba ‘la nazi’ mientras se calzaba su antibalas, casco y su ametralladora de plasma.
En los implantes neurales de algunos agresores recién fallecidos, peritos del Servicio Médico Forense encontraron palabras como “revolución” “civil sin registro” o “DeMon Corp” y referencias a documentos antiguos rescatados de un viejo edificio.
A la madrugada del lunes, un tercio del cuerpo judicial había fenecido a manos de los insurgentes y algunos incendios cobraban víctimas al este de la ciudad, al atardecer las llamas se habían extendido por media ciudad y el 78% de los judiciales habían sido muertos o desaparecidos. Antelma ‘la nazi’ Osorio murió durante una operación de emergencia después de un improvisado asalto al cuartel general de los insurrectos.
(III) El rancho La Providencia estaba a algunos kilómetros de Médanos, cerca de la frontera con Sonora. Gerardo ‘la liebre’ intentaba afanosamente abrir una zanja que llevara agua a los plantíos de algodón desde el modesto pozo del rancho. Fue un golpe de suerte que Gerardo diera con un cable blindado en pleno canal, en ocasiones anteriores había encontrado pedazos de muy vieja basura metálica por los caminos de sus plantaciones pero esto era diferente. Con algo de esfuerzo, ‘la liebre’ logró sacar por completo la caja metálica y quitarle una tapadera para encontrarse con lo que parecía un motor antiguo, unas barras de hierro y manuales técnicos.
La Providencia se consagró como el principal productor de algodón durante la anunciada sequía y su producción agrícola comenzó a despuntar en la región. A casi un siglo del colapso civil de Tijuana, poco se sabía ya de ‘la liebre’ y mucho se comenzó a hablar de Don Gerardo, magnate que muriera apenas entrada su madurez a manos de un famélico puñado de asaltantes que irrumpieron en La Providencia con la intención de llevarse un rumorado motor mágico que hacía fértiles las arenas del desierto.
(IV) Alejandra, pasante de ingeniería en nuevos materiales, compartía la tristeza de su profesor al ver que los convocados abandonaban la sala de juntas. Todos, menos uno de notorio temple que se dirigió al profesor con un marcado acento del norte.
–Les compro la patente, estoy interesado en almacenamiento energético de alto nivel.
–Señor, mis convicciones me dictan que primero es el pueblo y luego la ganancia.
–¿Qué pide a cambio? – Preguntó el ofertante con aire de naturalidad. Alejandra y su profesor intercambiaron ideas al oído, finalmente habló la joven.
–El 55% de las ganancias divididas entre el politécnico, el resto del equipo y nosotros, además de su palabra de no interferir en la dirección de la investigación, señor…
–Monroy. Delfino Monroy. Tienen los dos mi palabra –dijo el ofertante extendiendo la diestra para estrechar la mano del profesor, la chica y dar por cerrado el trato.
Izquierdo
por Annabel Lee
Es el sitio de los conflictos,
del amor.
Lámpara roja en el lado siniestro,
sol primigenio,
arco apuntando al indeciso.
Para el torpe y para el sabio ha sido el ejercicio de vida,
para mí, que soy arena suspirante,
abarca el mar dormido, el mar despierto a nuestros pies.
Es el agua que se trafica en las selvas,
la nube que se acuesta en cualquier bar,
un río desbordando semillas de vidrio,
flores que abren los sueños de las olas,
deseos roncos de una voz que llama al tálamo
y nos hace ir suavemente a través de la ventana
que hemos dibujado sólo con tener en las manos
algo de líquido seminal.
Es el espacio abierto para decir
que los ladrones menores tienen una razón;
que el acto amoroso comienza
con tu cuerpo como océano feroz y desnudo;
que estamos hechos en nuestro costado izquierdo
porque se desmorona y reconstruye el latido del mundo.